Este mes en el Club de Lectura de la Biblioteca Provincial tenemos entre manos esta novela que nos traslada a la Inglaterra de inicios de los 60, cuando el sexo era todo un tabú: ni se hablaba sobre él ni por supuesto se practicaba antes del matrimonio. Y esa represión será precisamente el conflicto que desata la trama de la novela. Edward y Florence durante su viaje de novios a un lugar llamado Chesil Beach, donde la promesa de una luna de miel idílica les estallará en mil pedazos. El deseo insatisfecho de él y la mezcla de repulsión y culpa de ella por no ser capaz de entregarse a quien 'supo esperar' durante el noviazgo volatilizan su relación y revelan otras diferencias insalvables de la pareja. Ian McEwan disecciona, entre aséptico, irónico y tierno, la desventura de la pareja mientras rebusca entre los recuerdos de ambos, dibuja un glorioso retrato de los claroscuros de una época.
Pero en nuestro club, no nos conformamos con leer, comentar y buscar todos los entresijos de la novela.
Uno de nuestros lectores, cuando termina de leer el libro, suele escribir una carta al autor. Esta vez lo hace a Florence la protagonista femenina, y espera respuesta suya. Como creo que es muy interesante y con su permiso, os copio aquí dos de las cartas que ha dirigido a este singular personaje. Por cierto, Florence le ha respondido. Pero la carta de ella la transcribiré en la próxima entrada.
Espero que disfruten de su lectura, sobre todo si han leído la novela.
1º Carta:
(De un lector a la protagonista femenina de Chesil Beach)
Estimada Señora Florence:
Hasta cierto punto es posible que encuentre esta carta falta de lógica, pero debo advertirle que acabo de levantarme ahora mismo de la cama porque no podía dormir y no me sentía a gusto y en estos casos mi pobre mente acostumbra a repasar lo que ha hecho durante el día pues, aunque diga Freud que las inquietudes terminan por salir en los sueños, las mías salen a borbotones en plena vigilia, especialmente después de una lectura. Y como he terminado de leer "Chesil Beach", la novela en la que usted es protagonista, prepárese a oir mis quejas y opiniones ya que estoy decidido a escribirle una carta probablemente larga y con algún tinte onírico de miedos, complejos, incluso simbolismo.
Todo cuanto en ella encuentre de extraño será culpa mía e incluso si usted en algún momento llega a pensar que me estoy volviendo loco o que mejor sería llamar a la policía, puede hacer lo que le plazca. No obstante, creo que si se digna responderme mediante otra carta a través de alguien que pertenezca al Club de Lectura de la Biblioteca Provincial de Málaga, podríamos entendernos. Recurra sin miedo a las personas que le digo, pues son gente sana y de bastante fiar en estos menesteres. Una relación epistolar entre nosotros sería perfecta y casi seguro acabaríamos enamorándonos.
En cualquier caso, sepa que es libre de insultarme (usted me insulta y Santas Pascuas) pues no pienso discutir, lo aceptaré como un cumplido. Estimada señora, desde el momento en que acabé la lectura, usted es para mí alguien de la familia, una persona que de repente ha llegado a mi vida y de la que no me puedo separar. Intuyo que viene de muy lejos pero me conoce bien y ante usted no puedo guardar ningún secreto. Y como, además, le consta que en cuestión de chifladuras en España vamos sobrados, le ruego encarecidamente que no tome a mal mis palabras ni se altere conmigo, más aún porque ayer fue un día ventoso y cuando sopla el viento en Málaga de esa manera siempre se me ocurren barbaridades. Mantenga, por favor, su flema británica pase lo que pase y diga lo que diga. Incluso, si entro o salgo de su habitación en una noche tan señalada como ésta en la que ha demostrado que no sabe qué hacer cuando coge una polla, usted tranquila, señora, haga como que no me ve. Tampoco debería inquietarse si la miro indiscretamente
e incluso si la toco y se me van las manos a sitios muy privados, piense en mí como en un médico que se preocupa por su salud y trata de
ayudarla. Al fin y al cabo deberá reconocer que con ello no hago otra cosa que ejercer mi derecho de lector y si ayer cerré los ojos tras la lectura, le confieso que fue para verla mejor e imaginármela desnuda analizando por qué demonios es usted tan frígida.
Bueno, ¿le han dado vergüenza estas palabras? Eso significa que es usted una patosa mojigata de ésas que follan con los ojos cerrados y no puedo soportarlas. Conmigo hay que abrir los ojos, señora, y si le doy vergüenza aguántese, recuerde que si no semira la fruta no se saborea del mismo modo. Para empezar a usted lo que le hace falta es hacerse experta en mirar y disfrutar antes del postre. Disfrutar del aperitivo, le repito, de la copa de Martini y de los entremeses, es lo básico.
Llegados a este punto, por si le consuela y para que se tranquilice, le diré que esto de poner a los personajes literarios femeninos en pelotas como he hecho con usted es una costumbre que arrastro desde pequeño, concretamente desde los nueve años en que desnudé a la mismísima Santa Juana de Arco en la hoguera. Luego se lo conté a un cura en el confesionario y el muy hijo de puta me dijo que iba para sádico. Pero usted tranquila, señora, que hasta ahora nunca he sido peligroso. Le recomiendo, miss Florence, que todo cuanto diga en esta carta se lo tome con cariño, como un juego entre nosotros dos y sin darle importancia. Podríamos jugar a algo que en estos tiempos está muy de moda y se llama juegos de rol. Por ejemplo, jugamos a su marido no es su marido y yo soy su marido. ¿De acuerdo? Y si algo no le
gusta me lo dice en su próxima carta y ya está, introducimos un nuevo cambio en el reglamento del juego para que goce intensamente, que lo importante de esta vida siempre es disfrutar y por eso ser frígida es lo más triste de este mundo.
Lo único que le pido es que no haga como aquel cura y en vez de condenarme trate de comprenderme, que uno tiene ya su edad y estas cosas son manías de viejo verde. Un poco libertino, no diré que no, pero un viejo tristón, sin mala fe que a nadie perjudica.
Aquí donde me ve, soy un hombre modesto y oscuro que la gente tiene por formal y honrado padre de familia, además aficionado a la lectura. Aunque la verdad, y eso nadie lo sabe, es que mientras otros discurren sobre las cosas del mundo que les ha sugerido una novela y hablan sobre eso, yo no veo más que ligueros y medias de seda negra con encaje por todas partes. Usted no sabe lo que hubiesen cambiado las cosas si para la noche de bodas se viste con unas medias negras con encaje. Ahora me la imagino como he imaginado anteriormente a todas las heroínas de las novelas que he leído y es que, ya le digo, a causa de la lectura vivo en un maremágnum de vello púbico liso o ensortijado, de pezones enhiestos o tranquilos, culos, caderas pequeñas o grandes, labios sonrosados u oscuros, en fin, ya sabe, todo eso que Freud llama psicopatología de la vida cotidiana, pero sin necesidad de dormirme, que es más divertido.
Bueno, querida señora, habrá visto que me ha salido una introducción bien larga pero necesitaba hacerla para dejar claro donde estamos.
¿Fue duro el camino para usted? ¿Nunca tuvo la menor debilidad de tocarse cuando se bañaba? Vamos, no me diga que nunca pues yo no creo en los seres puros. Para mí el que usted sea primer violín de un cuarteto fue todo un descubrimiento, antes jamás había desnudado al primer violín de un cuarteto. Le confieso que la desnudé a toda prisa el día del ensayo y nunca pude imaginar lo que vi. Si, insisto, nunca asistí a un espectáculo tan sensual y maravilloso. Contemplé su cuerpo y su alma a la vez. Carne y espíritu. Algo que el autor ha olvidado o no se ha atrevido a contar. Precisamente echo de menos en esta novela un capítulo describiendo cómo se mueve el cuerpo de una mujer cuando toca un violín, cómo respira toda su carne movida por la música. ¿Por qué no ha escrito nada respecto a eso, señor McEwan?
Aunque sea una mujer frígida. ¿Por qué no si la tenía allí delante? ¿No será que usted ante una mujer es incapaz de sentir?
Yo estoy seguro de que usted, señora, sí tendría alguna intención erótica para tocar así, puedo escucharla en este momento, sentirla tan metódicamente, autoritaria e inflexible, dura por encima de sus compañeros. ¿Hubo en su vida algún contratiempo del tipo angel malo alguna vez? Me refiero a alguna mirada furtiva de dureza o algún gesto entre la sensualidad de la música. Ya sabe que nadie es lo que cree ser a todas horas y en aquellos días usted simulaba vivir en un maravilloso sosiego que no era verdad. Apostaría a que es de las que saben que por un deseo oculto vale perder un día de ensayo. ¿El movimiento de su brazo nunca le rozó el pezón? Quizá usted no sea tan frígida como cuenta el mariquita de McEwan. Evidentemente siente un miedo terrible a ser penetrada, lo he leído en el libro y aunque el autor no nos dice nada al respecto porque intenta manipularnos con el factor sorpresa de su noche de bodas, intuyo que debe haber algo más.
¿Quiere que lo descubramos? Ya sabe, su marido no es su marido y yo soy su marido. La novela podemos dejarla para la reunión del Club de Lectura. ¿Le quitaría eso su apariencia de niña boba asustada? Bueno, podría contármelo en su carta que espero ilusionado. Yo acabo aquí esta primera misiva y vuelvo a la cama con la promesa de escribirle una segunda.
Suyo afectísimo mientras tanto,
Un lector de "Chesil Beach"
2ª Carta
Estimada señora Florence:
El lado oculto es el más nuestro, usted losabe. Y nuestra existencia se enturbia en cuanto queremos serenarla, eso también lo sabe usted. Entonces, ¿por qué no me escribe? ¿Pretende ser como otros personajes de novelas que viven ajenos a sus lectores? ¿Le parece extraño que le proponga jugar? En mi carta anterior traté de explicarle que, si me contesta, podré realizar un sueño. Nadie mejor que usted puede imaginar lo que eso significa.
Porque un sueño surgido de la imaginación es como un volcán poderoso que mezcla en su lava diferentes ideas, lleva dentro todos los ardores. Así estoy yo ahora, esperando que ese volcán surja y me devore.
¿Por qué se muestra tan reacia? Obviamente entre las palabras que nos dirijamos y entre los momentos que vivamos juntos habrá cosas que luego no nos gustarán. Pero todo quedará en el grupo que le dije, nadie más que ellos sabrán de nuestro juego y usted y yo somos adultos y éste es el siglo XXI.
Míreme, señora Florence, no soy como el luchador de artes marciales que está tranquilo porque antes de que su oponente inicie el golpe ya sabe donde lo dirigirá. Ignoro lo que va a pasar y precisamente por eso necesito que colabore conmigo.
Siga mi consejo y recurra a alguna lectora del Club de Lectura para que me haga seguir su carta.
Seguro que todo saldrá bien.
Suyo afectísimo
Interesante entrada, interesante recomendación literaria e interesante propuesta erótica e interesate ejercicio liteario.
ResponderEliminarEspero leer pronto la tercera carta.
Besotes
Miguel
¡Siento que ya tengo que leerlo, Loli!
ResponderEliminarMiles de besos.
¿Habéis urdido ya la forma de darle muerte? Al lector, me refiero.
ResponderEliminarMe parece un ejercicio bastante original y provechoso :)
ResponderEliminarUn saludo,
Mun
Me ha dejado sin palabras..Muy buenas, no excelentes cartas, ahora quiero leer el libro porque lograr estas cartas es que el libro logró su fin.
ResponderEliminarTengo mucho por leer..
mi lectura viene con retraso
besines