Querido Edward:
Mi silencio no es cansancio, más bien pueda ser desesperación ante todo lo acaecido. Y miedo, mucho miedo a que mis palabras puedan herirte, a ti, que tuviste tanta paciencia conmigo. Miedo a que no nos entienda ese extraño y desconcertante lector que no me deja tranquila, tan apasionado y contradictorio a la vez. Sé que ha querido estar en tu lugar, y puede que de alguna manera haya podido estarlo en algún momento, mientras leía la novela, o después, cuando intentaba entendernos, imaginar una solución para mi desdicha. Porque la imaginación es un arma muy poderosa, que nos puede trasladar a través del espacio y del tiempo a lugares insospechados.
Y no, no he podido entrar en su juego, y dejarte a ti fuera, mi amor, los tres sabemos que eso sería complicado.
Edward, nunca sabrás hasta qué punto te he amado. Ni como intentaba guardar las apariencias, no desairarte ni humillarme pareciendo una pálida sombra, comparada con todas las mujeres con las que imaginaba que habías estado. Y cómo he fallado en todo, a pesar del esfuerzo por aparentar calma. Mi único deseo era complacerte y que nuestra noche de bodas fuera un éxito, a pesar de mi terror. Pero a veces sucede que cuánto más te esfuerzas en que algo salga bien, y más expectativas pones en ello, conduce de forma inexorable al desastre.
Y de esta manera nos hemos perdido el uno al otro. Creo que hemos sido víctimas de esta sociedad oscura, que la falta de una educación sexual ha hecho que seamos unos individuos torpes y frustrados.
Aquella noche en que hablamos en la playa, en un momento en que los dos estábamos heridos, contrariados y nos lanzábamos palabras como dardos envenenados.
Pero yo sigo recordando al hombre que amo, al viejo amigo que sabe decir cosas imprevisibles y cautivadoras. Ahora siento como si estuviera reinventando mi existencia.
Como si estuviera condenada a equivocarme siempre.
Mi querido Edward, el autor no quiso que siguiéramos juntos, hizo que nuestros padres tramitasen el divorcio y no nos volviéramos a reencontrar. Pero tú y yo nos seguimos amando, a pesar de todo, de mi miedo, de tu impaciencia, de la incomprensión.
Tal vez sólo nos quede hablarnos mentalmente, imaginar que nos escribimos o que nos encontramos por la calle ¿qué vamos a hacer con nosotros mismos? ¿Con nuestras vidas?
Como tú dices podremos cambiar de traje, de costumbres o de lugar de residencia, pero nunca podremos cambiar nuestras pasiones y ese instante está aquí y seguimos siendo nosotros.
Tal vez una nueva carta tuya, o del extraño y desconcertante lector, haga que no me sienta morir en el olvido, en la estela de tu ausencia.
5º Carta del lector
entre nosotros. Esa carta que te dirige, entre sorprendida y llorona, lo define totalmente.
Es un ser intelectualmente muy inferior a ti y, como hombre, bueno, como hombre ese
malabarista del pulgar y el vello pubiano nunca podrá estar a tu altura. Te convendría
no caer en la trampa del vuelve conmigo que siempre te he querido y olvidarlo.
¿Sigue escribiendo sus cartas con pluma? Reconozco que el toque, no sé si definirlo
como aristocrático o romántico, que da una estilográfica os fascina a las mujeres. Pero
tú no eres tonta y sabes que el hábito no hace al monje. Tu ex es un pobre imbécil.
Conmigo será distinto, Florence, yo no hago el amor imitando a personajes literarios.
Estoy vivo y follo como follan los vivos, sin preámbulos.
Escríbeme a mí y ven a Málaga. No tendrás que aguantar más el arreón de un marido
que eyacula precoz en su noche de bodas y ahora ni él mismo sabe decirte donde se
encuentra. Te llevaré al Pimpi y a la Taberna del Guardia, probarás vino dulce y seco y
más cosas. No tardes.
Desde luego es posible que una visita a la Casa del Guardia fuera la solución a los males de Florence, aunque sea por el ambiente que allí se respira e invita a la sensualidad... jejeje
ResponderEliminarSiempre viene bien un poco de alegria aunque no se si con alguien que usa el insulto de una manera tan... digamos a la ligera.
ResponderEliminarUn saludo del equipo deprisa ;)
Supongo que esta última carta será de mister
ResponderEliminarHyde, el alter ego del señor lector que me tiene intrigada. Pero no da ningún miedo, ese tipo de hombres luego resulta que son todos unos pichasflojas y se les va la fuerza por la boca.
Qué bonita carta está quinta. Me encantó. Así yo también me iba a Málaga. Sin chistar.
ResponderEliminar¡Y muchas gracias, Loli adorada, por tu latido de ayer en mi Blog! Me sacas los colores, jajaja.
Te dejo miles de besos :)
Todos estamos condenados a equivocarnos pero también a rectificar. Una carta que te hace reflexionar es mucho más que una carta.
ResponderEliminarUn abrazo
Cuando amamos no nos importa cómo, ni dónde,
ResponderEliminary si nos equivocamos, la reflexión es siempre la mejor arma.
Me gusta lo que escribes, Loli. Te lo dije ya, pero te lo vuelvo a decir.Me tienes anhelante...voy por más :)
Besitos, Loli