jueves, 29 de abril de 2010

Experimento





INGREDIENTES:

Tijera
Periódicos
Pegamento barra o fixo
Una libreta u hoja en dónde poder pegar.
Un poquito de imaginación.

ELABORACIÓN:

Se recorta del periódico todas aquellas palabras que te gusten o te digan algo.
Se componen sobre una hoja, intentando que tengan algún significado.
Se pegan bien, derechitas (no torcidas, Dolores).
Se escanea y se sube al blog.

¿Quén se atreve?

Experimento: (idea de Isabel Bono en el curso de Camilo de Ory)

domingo, 25 de abril de 2010

Cursos: Camilo Ory (atrapasueños)




Debo atrapar un sueño. Sujetarlo al despertar y plasmarlo en el papel, antes de que se me olvide. Pero siempre se me desvanecen, ni tiempo me da a llegar a coger el bolígrafo. Me quedan algunas imágenes, de mi amiga en casa de mis padres, de unos juegos que invento en la calle sin salida de mi tía. Poco más. Tal vez lo consiga alguna mañana. Me llevaré el cuaderno y el lapiz a la mesita de noche. El jueves tengo de nuevo clase con Camilo de Ory, y esa es una de las tareas a llevar.

Isabel Bono lo consigue, tiene sus sueños escritos desde hace un montón de años. Incluso tiene un libro publicado con ellos, además de poemas. Ahora los publica en su blog, "La espuma de las noches".

Fue muy especial el rato que compartimos con ella. Yo también tengo miedo a olvidar. Pero sólo tomo notas, a veces, cuando me reuno y hablamos de libros, películas, viajes... Los sueños nunca los había capturado.

viernes, 23 de abril de 2010

Primer aniversario del blog


Hoy se cumple el primer año de "Cafeteando con Loli" y quiero dar las gracias a todos los que me habéis ayudado con vuestras sugerencias, vuestro apoyo y los comentarios que son el combustible necesario para seguir adelante.

Y como también es el DIA DEL LIBRO, quiero felicitar y dar las gracias:

A los lectores que hacen posible que los libros sean necesarios.
A los escritores que con su inspiranción nos hacen viajar a otros mundos y sentir otras vidas.
A los libreros que nos los hacen llegar y nos los ponen a nuestro alcance.
A las Bibliotecas y las personas que trabajan en ellas.

FELIZ DIA DEL LIBRO!!!!

jueves, 22 de abril de 2010

Tanta gente sola. Juan Bonilla




"Pero cuando un viento venido de sabe dios qué cielos te arranca de donde estabas y en su alfombra rauda te lleva hasta las entrañas de esa cueva primordial, saber que una gresca de hormonas o un vals de gigantes está teniendo lugar en el panel de control de tu alma, sirve de poco..."

martes, 20 de abril de 2010

Juan Bonilla "Tanta gente sola"



Este mes en el club de lectura de la biblioteca Provincial, leemos el libro de Juan Bonilla "Tanta gente sola".

Es de las pocas veces que leemos un libro de relatos cortos, genero que aunque en España no está muy cotizado, cada vez va ganando más terreno.
Segun la sipnosis de Seix Barral, los protagonistas de estos relatos no lo saben pero tienen mucho en común, ya que entre todos van construyendo el tejido de una soledad que no puede compartirse. Traspasando las barreras que delimitan el cuento, Tanta gente sola constituye una narración con la que conviven trágicos disparatados con personas capaces de transformar su enfermedad en ventaja o una suma de fracasos en un gran éxito.

Después que lo leamos, tendremos un encuentro y tertulia con el autor.
Ya os contaré.

miércoles, 14 de abril de 2010

Chesil Beach (VI) (Cartas de despedida)


Imagen: Dizziness de Iman Maleki


5ºCarta del lector

Málaga, mes de Abril

Estimada señora Florence, el próximo jueves en el Club de Lectura terminamos de comentar “Chesil Beach” y regresará al silencio de un estante en la Biblioteca. Ante todo quiero pedirle perdón por ese otro lector que, cuando no estoy, ocupa mi lugar diciendo que soy yo para tener el placer de sonrojarme. De sobra sabe que sus cartas no me pertenecen, parece como si viviese siempre en verano y el calor lo excitara hasta el punto de contar sus sueños más íntimos. Olvídelo y deje que sufra, así el pecado castigará al pecador. Aunque, si le soy sincero, confieso que me hubiese gustado jugar con usted el juego que le propuso, perdóneme tal atrevimiento.

Únicamente quiero decirle que sospecho que alguien está abriendo mis cartas con vapor de agua, las lee y con cuidado las vuelve a cerrar. No pude ser otro que ese hombre. O Edward, su marido. O ambos a la vez, que se han coaligado contra mí.

Te irás Florence pero quedarás en mi recuerdo: dime antes una cosa ¿Viste en tu marido el rostro de aquel judío? El rostro que no te deja dormir. Fue por eso que cuando tu mano cogió el pene de Edward y un volcán entró en erupción estabas confundida. No podías hacer otra cosa que huir. ¿No es cierto? Hacer lo que tú y yo hacemos cada día: correr.

“Qué poco dura la vida eterna en el túnel de tus piernas…”, canta Sabina en este momento en el equipo de música que tengo en casa, mientras te escribo. ¿Sabes quién es Sabina, Florence? No, porque McEwan no te deja. Pero yo escucho esa canción y aparece en la pantalla de mi ordenador ÉL NUNCA OLVIDÓ AQUELLA NOCHE Y ELLA TAMPOCO.

Sé que todavía, a pesar de los años, tiemblas al pensar en todo aquello y no toleras los esfuerzos que hacen tus amigas para que saques a Edward de tu cabeza. La vida es así, respondes y apuras el té sin levantar la vista, como si sintieses vergüenza. Quizás por eso lees mis cartas, Florence. Quizás por eso, tú como personaje y yo como lector, amamos tanto la vida.

Me despido aquí, gentil señora, ha sido un placer encontrarla y leer sus cartas. Puedo asegurar que en ellas he descubierto un alma femenina en busca de su verdad. No la olvidaré nunca. Mañana a usted Rosa la colocará en un estante y yo saldré a la calle llena de días y horas que no perdonan. Le agradezco de todo corazón esta correspondencia que me ha permitido saber lo que es la vida: un extraño juego en el que dura lo que creíamos sin importancia mientras huye para siempre lo que suponíamos permanente.

Reciba un profundo abrazo de su amigo

El lector de “Chesil Beach”



Querido lector:

Cuanto me hubiera gustado visitar con usted tan pintorescos lugares, como “El Pimpil” o “La casa del Guardia” allá en Málaga. Casi puedo sentir el gusto dulce de ese vino de pasas, el seco y… ¿qué más cosas probaría? No puede imaginar Ud. como me gustaría escapar de mis días tediosos, atrapada entre letras, esperando que alguien abra y lea este libro. O la espera hasta los jueves, para asistir a sus reuniones… Y sobre todo, lo mejor que me ha pasado en toda mi vida de personaje literario, ha sido recibir sus acaloradas cartas.

Me inquieta usted, extraño amigo. Pero a la vez me fascina su manera de hablarme, sin cortapisas, tan directa. Hace que me sonroje y a la vez me sienta viva y desairada. Todo es muy contradictorio en estos momentos en mí. Pronto acabaran de leer la novela y todos me olvidaran, volveré al estante de los libros en préstamo, a ser un personaje incomprendido, uno más de ese libro de nombre raro que nadie recuerda. Que muchos que lo han leído odian.

Mi querido lector, me despido con lágrimas en los ojos, créame, aún a riesgo de borrar algunas de las páginas, desde donde le estaré esperando, siempre …
Florence

domingo, 11 de abril de 2010

Chesil Beach (V) (Cartas de Florence a su marido y respuesta del lector)



Querido Edward:


Mi silencio no es cansancio, más bien pueda ser desesperación ante todo lo acaecido. Y miedo, mucho miedo a que mis palabras puedan herirte, a ti, que tuviste tanta paciencia conmigo. Miedo a que no nos entienda ese extraño y desconcertante lector que no me deja tranquila, tan apasionado y contradictorio a la vez. Sé que ha querido estar en tu lugar, y puede que de alguna manera haya podido estarlo en algún momento, mientras leía la novela, o después, cuando intentaba entendernos, imaginar una solución para mi desdicha. Porque la imaginación es un arma muy poderosa, que nos puede trasladar a través del espacio y del tiempo a lugares insospechados.

Y no, no he podido entrar en su juego, y dejarte a ti fuera, mi amor, los tres sabemos que eso sería complicado.

Edward, nunca sabrás hasta qué punto te he amado. Ni como intentaba guardar las apariencias, no desairarte ni humillarme pareciendo una pálida sombra, comparada con todas las mujeres con las que imaginaba que habías estado. Y cómo he fallado en todo, a pesar del esfuerzo por aparentar calma. Mi único deseo era complacerte y que nuestra noche de bodas fuera un éxito, a pesar de mi terror. Pero a veces sucede que cuánto más te esfuerzas en que algo salga bien, y más expectativas pones en ello, conduce de forma inexorable al desastre.

Y de esta manera nos hemos perdido el uno al otro. Creo que hemos sido víctimas de esta sociedad oscura, que la falta de una educación sexual ha hecho que seamos unos individuos torpes y frustrados.

Aquella noche en que hablamos en la playa, en un momento en que los dos estábamos heridos, contrariados y nos lanzábamos palabras como dardos envenenados.

Pero yo sigo recordando al hombre que amo, al viejo amigo que sabe decir cosas imprevisibles y cautivadoras. Ahora siento como si estuviera reinventando mi existencia.

Como si estuviera condenada a equivocarme siempre.

Mi querido Edward, el autor no quiso que siguiéramos juntos, hizo que nuestros padres tramitasen el divorcio y no nos volviéramos a reencontrar. Pero tú y yo nos seguimos amando, a pesar de todo, de mi miedo, de tu impaciencia, de la incomprensión.

Tal vez sólo nos quede hablarnos mentalmente, imaginar que nos escribimos o que nos encontramos por la calle ¿qué vamos a hacer con nosotros mismos? ¿Con nuestras vidas?

Como tú dices podremos cambiar de traje, de costumbres o de lugar de residencia, pero nunca podremos cambiar nuestras pasiones y ese instante está aquí y seguimos siendo nosotros.

Tal vez una nueva carta tuya, o del extraño y desconcertante lector, haga que no me sienta morir en el olvido, en la estela de tu ausencia.





5º Carta del lector


Confieso, querida, que no esperaba encontrarme a tu ex-marido por aquí, husmeando
entre nosotros. Esa carta que te dirige, entre sorprendida y llorona, lo define totalmente.
Es un ser intelectualmente muy inferior a ti y, como hombre, bueno, como hombre ese
malabarista del pulgar y el vello pubiano nunca podrá estar a tu altura. Te convendría
no caer en la trampa del vuelve conmigo que siempre te he querido y olvidarlo.

¿Sigue escribiendo sus cartas con pluma? Reconozco que el toque, no sé si definirlo
como aristocrático o romántico, que da una estilográfica os fascina a las mujeres. Pero
tú no eres tonta y sabes que el hábito no hace al monje. Tu ex es un pobre imbécil.

Conmigo será distinto, Florence, yo no hago el amor imitando a personajes literarios.
Estoy vivo y follo como follan los vivos, sin preámbulos.

Escríbeme a mí y ven a Málaga. No tendrás que aguantar más el arreón de un marido
que eyacula precoz en su noche de bodas y ahora ni él mismo sabe decirte donde se
encuentra. Te llevaré al Pimpi y a la Taberna del Guardia, probarás vino dulce y seco y
más cosas. No tardes.



viernes, 9 de abril de 2010

Chesil Beach (IV) (1º carta de Edward)



Ignoro si tu silencio es cansancio. Ahora estoy ensimismado ante la
ventana recordándote y no puedo asegurar que veo a la gente que
pasa. ¿Vale de algo reflexionar sobre lo que nos pasó cuando todo
se debió a que los acontecimientos sucedieron demasiado aprisa y
no estábamos preparados? Nada más puedo decirte, Florence, sino
que lloro tu pérdida. Lloro la pérdida de la mujer inteligente que quería
gobernar su futuro y desapareció para siempre de mis brazos.

Tampoco estoy seguro de ser yo y de estar donde estoy en este momento.
No estoy seguro de nada. No sé nada. Soy solo palabras en las cartas.
Pero, ¿y tú, Florence? ¿Te afecta el juego de ese hombre que me suplanta?
Siempre hay un momento en el que sabemos que la vida no podemos dejarla
para después y ese instante ha llegado.

No le escribas a él, escríbeme a mí aunque esté lejos.

Por más que cambiemos de traje, de costumbres o de lugar de residencia, ese
instante está aquí y seguimos siendo nosotros.

miércoles, 7 de abril de 2010

Chesil Beach (III) (4º carta del lector)

Carta 4º

Mis disculpas, señora, me he comportado como un ineducado dirigiéndome a usted de la forma en que lo he hecho, a veces tengo reacciones en las que, después, ni yo mismo me reconozco. Con razón le habré parecido un chulo soez y engreído, una persona baja que tiene una sucia idea del sexo totalmente vulgar e insoportable. Pues bien, aunque no me crea, le juro que mi yo auténtico nada tiene que ver con ese hombre que le ha escrito las tres cartas anteriores. Soy yo, naturalmente por eso, si puede perdonarme, le ruego que me perdone, lo que digo es que trate de ver a la otra persona que hay en mí y que también soy yo o es el que me gustaría ser. Inténtelo por lo que nos une. Sí, señora Florence, por lo que nos une, pues al fin y al cabo, tras leer su novela, he comprendido que los dos tenemos cosas en común ya que a los dos nos ata un mutuo deseo de felicidad que nunca llega a definirse y los dos adoramos la música como arte supremo capaz por momentos de explicar lo inexplicable. Nuevamente se lo pido, señora, perdóneme y le estaré eternamente agradecido.

Señora, acabo de leer detenidamente la carta que me dirige y en la que justifica sus reacciones y debo confesarle que no llega a convencerme, no digo que usted mienta, ni mucho menos, pero siempre he sido un hombre tentado por la turbiedad y su novela encierra algo más grave, algo turbio que el autor no cuenta.
La clave está en el tercer párrafo de la página 119 cuando dice refiriéndose a usted:

"... Y había otro elemento, mucho peor en sí mismo y ajeno a su control, que evocaba recuerdos que ella había decidido mucho tiempo atrás que no le pertenecían...."

¿Qué estás borrando de tu memoria, Florence, esposa mía? Serénate, soy tu marido y puedes contármelo.
Tú siempre has sido una experta en ocultar tus pensamientos pero yo esperaba que finalmente el señor Ian McEwan nos contara algo. Una esperanza inútil, naturalmente, porque el autor parece como si tuviese miedo él también a que se sepa o se descubra algún secreto suyo, un miedo inconfesable como el tuyo.

Fue por eso que cogí tu diario, perdóname, ya sé que ser tu marido no me da permiso para hacer eso, por supuesto que lo sé y lo entiendo y lo comparto, no volverá a suceder, pero es que te quiero y lo leí, Florence porque quiero quitarte esa maldita frigidez de la cabeza, quiero verte completamente feliz de una puta vez y alejar de ti todo lo que te está impidiendo gozar de otra cosa que no sea la música. ¿No l entiendes?

Por eso lo hice, lo juro, te lo juro. El día 10 de Febrero tienes anotado con letras grandes: Un día como hoy, el diez de Febrero, llegó la desgracia. Lo escribes así, Florence, la desgracia en forma de ser humano. ¿Comprendes que no podía dejar de leerlo? Era tu profesor particular de música, lo había contratado tu madre entre sus compañeros de universidad pues necesitaba dinero y era tu regalo de cumpleaños, tu
regalo por el catorce cumpleaños.

No hace falta que te pregunte ahora qué estás pensando, he concluido por completo la lectura
del diario y sé lo que hizo ese hombre. Ya no puedes ocultármelo, escribes que con él nunca tuviste un momento de confianza, no hubo jamás un intercambio tranquilo de miradas, jamás una sonrisa pero sí miedo. Mucho miedo.

Se apellidaba Meyrink. Mister Meynrink, pero ése es un apellido alemán, querida y, si no me equivoco judío, un apellido judío alemán, ¿no es cierto?

Lo defines como un profesor bajo y encorvado, con barba, que te sentaba en sus rodillas para comprobar si cogías el violín adecuadamente. Te infundía miedo, sobre todo cuando hablaba con su inglés con acento alemán propio de un judío huido de cualquier parte. ¿Le tenía piedad tu madre por los sufrimientos de su raza? No dices nada, únicamente escribes que lo peor era cuando te ordenaba contener la respiración
para escuchar bien el metrónomo mientras alzabas el hombro y con la mejilla sostenías el instrumento que, más tarde, sería la razón de tu vida.

Escribes más de una vez que aquéllos eran los momentos más atroces.

Pero a mí no debes engañarme, Florence, recuerda que estamos jugando un juego donde tu marido no es tu marido, que yo soy tu marido. Tranquilízate. ¿Por qué sentías horror cuando te sentaba en sus rodillas?
¿Te tocaba? ¿Hizo como tu marido en la noche de bodas, comenzar con un dedo solo que en este caso no era el pulgar y su sitio era otro más profundo? El jodido judío sabía lo que hacía y utilizó el índice, no como el incapaz de tu marido jugando con un pelo pubiano más de media hora. ¿No es cierto? Y luego, un día sacó su miembro del pantalón y quiso que lo cogieras como se coge el arco del violín y te obligó a hacerlo. Vamos, habla, no salgas corriendo, es solamente una carta. ¿Eyaculó en tu cara por primera vez? Lo sé, manchó tu rostro de niña con ese líquido viscoso y caliente. Eso ocurrió y eso te aterra y es lo que debió contar porque el puto McEwan se lo calla. No lo cuenta en la novela o no pudo porque en aquel momento a él también le llegaron los fantasmas en forma de un cura que le hizo algo parecido.

¿Verdad que sí, querida? Anda, cuéntamelo todo en tu próxima carta.

Recibe un beso de

Tu lector.