viernes, 19 de febrero de 2010

Catarsis (2ª parte)



(Continuación)...

No me explicaba cómo había llegado a soportar mi vida los tres últimos meses, pero estaba segura de que no lo haría ni un día más. Dicen que hay personas que no saben detenerse a tiempo al borde un abismo. Y yo, desde luego, era una de ellas.

Sabía que mi relación estaba acabada desde hacía tiempo, la sentía como un volcán extinguido. Jaime, ni siquiera se molestaba ya en disimularlo, en demostrarme algún afecto o detalle, por pequeño que fuera.

Recordé que al principio de la relación todo era mágico, como soñar despierta. Después lo había amado con miedo a perderlo, al presentirlo lejos de mí. Hacía cosa de unos meses que los celos me estaban volviendo loca, hasta el punto de querer morirme, que mi vida me importara un pimiento.

A Jaime lo habían ascendido de puesto y pasó a compartir trabajo y despacho con Esther. Fue entonces cuando nuestra vida tranquila y sosegada dio un vuelco. Yo no recordaba con exactitud si fue el día que él comenzó a hablar de Esther con el brillo en los ojos y el entusiasmo de un adolescente enamorado. Ni tampoco si fue la noche que llegó bebido y me forzó con torpeza, a pesar de mi negativa. Pero cuando él me sugirió hacer un trío con Esther, no pude más y monté en cólera ante su cara de incredulidad y bobo. Al día siguiente lo seguí hasta el trabajo. Fue entonces cuando los vi juntos, riendo, en actitud cariñosa, cómplices de algo de lo que yo, jamás formaría parte.

Ni modo de disimular mi desesperación de aquellos primeros días. Quería matarlos a los dos, atropellarlos y matarme después. Pero por alguna extraña razón, tenía una idea fija: no quería perder a Jaime, ni separarme de él. Me convencí a mí misma que aquello sería un enamoramiento, algo pasajero. Incluso fui a hablar con Esther que se burló en mi cara, y me hizo sentir de lo más estúpida, mientras alegaba riendo que entre mi pareja y ella no había nada, que sólo era una buena relación laboral. Aquella actitud me tocó la moral de tal modo que se convirtió en algo personal, decidí luchar contra ella. Me propuse volver a conquistar a Jaime, darle lo mejor de mí misma. Me engañé pensando que el tiempo pondría las cosas en su sitio, que sólo debía de tener un poco de paciencia.

Siempre he sido de de esas personas que se aferran a los afectos, aunque estos sean escasos. Y con Jaime había encontrado una estabilidad, un amor tranquilo que el sentimiento de culpabilidad enardecía a veces, un amor que se había vuelto pequeño, pero constante. Siempre habíamos dado una imagen de pareja perfecta, tal vez un poco retro, que flotaban en su oasis de felicidad caducada.

Pasaban los meses y Jaime continuaba a mi lado, a pesar de todo, sin dar muestras de querer marcharse, mientras yo reunía las fuerzas y el coraje suficiente para abandonarlo. Procuraba ser fuerte, pero veía cómo mi vida languidecía a su lado, sin remedio, con el paso lento de los días.

En pocas semanas aprendí a no sentir celos. A no sentirme sola o eso creí. Me fui convirtiendo en una persona solitaria, de esas a las que le gusta que las dejen en paz. Quería mantener a Jaime a mi lado y de paso fastidiar a Esther. Pero la magia de nuestra vida común se había esfumado por completo. Cuando hacíamos el amor se me antojaba que realizábamos una tabla de ejercicios gimnásticos. Comprendí demasiado tarde que Esther no me quería robar a mi pareja, solo quería follárselo. Así de sencillo.

La vida es extraña, me repetía a mí misma. La vida sin él me daba pánico. Y a su lado no podía soportarla más. Había llegado el momento de afrontar la situación. No era partidaria de montar escenas, me iría en silencio, sin despedirme, sin decir nada.

Abandonar mi casa, la mayoría de mis cosas, no me hacía ninguna gracia. Pero si me quedaba allí plantada, esperando que pasara lo que no volvería a pasar, terminaría por convertirme en una marioneta inanimada dentro de su caja de cartón. O tal vez llevara tiempo siendo así.

Estaba sola en mi dormitorio, sentada sobre aquella maleta, en la que no cabía nada de lo que hubiera querido llevarme. En la que se despanzurraban los recuerdos al intentar cerrarla.

Era media noche y llovía. A esa hora sentía como el tiempo transcurría de una manera especial, diferente. Todo me parecía más claro, más nítido. Sentía cómo los sentimientos se reforzaban, se intensificaban, se desbordaban. Entonces lo imaginaba junto a la otra y no podía evitar que mi herida doliera un poco más. Imaginaba su cara, cuando al amanecer llegara ufano, con los bolsillos llenos de excusas tontas. Encontraría la cama vacía, las luces apagadas, la ausencia como única habitante de nuestro hogar. Quizá encendiera un cigarrillo y se lo fumara tranquilo, satisfecho de sí mismo, al saberse libre de mi sin escenas. O tal vez me buscara, pero no, no lo haría. Ya todo me daba igual.

Porque Jaime siempre fumaba un cigarro al llegar a casa. Lo encendía con el fuego de la hornilla de la cocina. Siempre perdía los mecheros pero nunca sabía decirme dónde.

Miré la película de humo que impregnaba la pared, de un amarillo pajizo, igual que los recuerdos que dejaba atrás, encerrados dentro de aquel hogar a oscuras, que ahora me antojaba aciago.

Cuando en la comisaría el Inspector me informó de la explosión que se había producido en nuestra casa y me preguntó si sabía algún motivo por el que Jaime se hubiera querido suicidar, encendí un cigarrillo y exhale el humo a la vez que respondía que no, que todo había sido siempre perfecto entre nosotros, en los tres años y un día que habíamos compartido juntos.

©Loli Pérez 19-1-2010





6 comentarios:

  1. Impresionante final, Loli.

    Un buen, buen relato

    Enhorabuena de todo corazón.


    Un besote

    Miguel

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  2. Miré la película de humo.

    Es magistral esa frase.
    Saludos amiga y enhorabuena

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  3. No hay nada peor que los celos es una relación.

    Un gran relato. ¿Para cuándo el siguiente?

    Abrazos

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  4. Lo úninco que no entendí es el punto donde la primera parte (cuando se acuesta con el extraño) y esta donde asesina a su marido por celos, se unen.
    Fuera de eso, ¡enhorabuena!


    Millones de besos, Loli :D

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  5. Buenas...
    Pues sí, lo has depurado al final respecto a la versión anterior. El último párrafo es concluyente y da un título bueno: "Tres años y un día".
    Mira de presentarlo por ahí...

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  6. Loli, muy buena narración me atrapo y sabes que hasta me identifique con el...ahora el final inesperado, pero muy bueno.
    abrazotes enormes..espero tu próximo relato..escribis muy bien.

    Besines

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