jueves, 13 de enero de 2011

Diario de una desempleada



Martes 11

8:15 AM

Me levanto tempranito,  preparo un zumo de naranja para estar vitaminada, que luego en la oficina de empleo el aire está muy cargado y se puede agarrar una gripe.  Cojo el autobús linea 3  que me deja cerca.  Llego media hora antes de que abran y ya hay una cola de más de cien metros a lo largo de la acera. A mi lado una mujer se queja de todo, e  intenta buscar con quién discutir, pero casi todos nos hacemos los locos y le seguimos la corriente para no entrar en discusion. Tenemos sueño y pocas ganas de estar allí pasando frío en esa  fila de parados sin causa.
9:01 AM
Abren la puerta de la oficina. Van entrando los primeros y cogen número según lo que necesitan. El A-000 es para solicitar la tarjeta de desempleo. El B-000 es para actualizar títulos o pedir cursos. El G-000 es para pedir ayudas estatales. El H-000 no sé, no lo he pedido nunca. A los que van a sellar ahora le han puesto a partir de las doce para que no sea la cola tan grande y se abarrote tanto la oficina. Tardo en llegar a coger mis números, quiero un A para la tarjeta y un B para apuntarme en los cursos que haya, aunque nunca me llamen para hacerlos.

9:20 AM

Por fin tengo mi número, busco un asiento y están todos ocupados. Abro mi libreta y empiezo a escribir mis impresiones del día. Luego saco mi libro de Vargas Llosa y me pongo a leer en un rincón con los números en la página y sin quitar ojo a la pantalla con la letra y números rojos que indican a qué mesa hay que ir y suena un pitido cada vez que avanza. No me puedo concentrar en la lectura no vaya a ser que se me pase el número.

10: 15 AM

Llevo un capítulo y medio de “La fiesta del Chivo” leído, aunque  noto los ojos cansados de mirar a la pantalla cada vez que pita, aún me faltan cuarenta números para llegar al mío. Sigo leyendo,  hoy la gente está silenciosa y no habla apenas entre sí. Veo de lejos a la hija de una vecina, a un antiguo vecino y a otro del barrio que conozco de vista pero no sé quién es. Hay un joven con un bebe al hombro, una mujer con pañuelo en la cabeza, un chico afro,  chicas jóvenes, señoras mayores, hombres de todas las edades. Conseguí un asiento hace un momento, pero la gente está de pie y casi no se cabe. Los números pasan con lentitud, las empleadas de las  mesas van y vienen de un lado para otro, pasan el número y si no acude esperan un poquito hasta el siguien.
11:50 AM
Ya se va acercando mi número, cierrro el libro y no quito ojo a la  pantalla. Ahora una de las empleadas de la letra “A” se ha ido a otra sección y sólo queda una llamando a la gente.  Falta el anterior al mío y me pongo de pie. Unos minutos y me toca. Llego a la mesa nº 2 y me atiende una funcionaria de mi edad más o menos que está intentando poner su Aipod a cargar en le puerto USB del ordenador, y casi no me presta atención. Le doy el DNI y me toma los datos, pero sigue manipulando el Aipodd. En ese momento veo que me toca turno del número B en la mesa 5 y esta sigue dándole vueltas a su Aipodd que seguro se lo han regalado para reyes y no se entera de cómo va. Le digo que voy a la mesa de su compañera a decirle que me espere un momento. Vuelvo, recojo  mi tarjeta de desempleada y me voy para la mesa 5 de la letra B. 

12:15 AM

La compañera de la mesa B es amable y intenta poner la pantalla en inicio. Luego miramos los cursos, en los que estoy apuntada y los nuevos a los que me apunto y le digo que porqué nunca me llaman para hacerlos y dice que no sabe, que estando apuntada a lo mejor me llaman.  Le pregunto cómo se entra a la oficina virtual a buscar empleo y me enseña en la pantalla los pasos a dar. Luego me pide cita para la orientadora laboral y me la imprime cuando el director ha terminado de imprimir sus papeles. Memorizo sacarme el certificado del CERES para no volver a sellar a las doce en la oficina cuando me toque. Le doy las gracias, le deseo que tenga un buen día y me voy . En la oficina aún queda un montón de gente por atender.

12:44 AM

Llego a la parada del autobús y no sé si tirar para el centro a las rebajas o irme para mi casa mejor y meter mis datos en la oficina virtual para así poder buscar trabajo desde mi ordenador. Me bajo en la parada del mercado.  Entro y miro el pescado, pero no me apetece comprar. Huelo la fruta, ya hay fresas. Las naranjas tienen muy buena pinta. Paso por el puesto de las especies y aspiro, y luego estornudo.
A quién se le ocurre, Dolores.

3 comentarios:

  1. Guauuuu! Loli! Tres horas de espera! Por suerte fuiste acompañada de Vargas LLosa! La historia que cuenta en la fiesta del chivo es bastante dolorosa y dice el proverbio que con la enfermedad de los zonzos los tontos se consuelan, bah, yo digo estupideces la mayor parte del tiempo.
    Te mando un poco de calor, en estas latitudes está sobrando en este enero que nos derrite.

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  2. Mónica, gracias por tu calorcito, biene bien aquí estamos en pleno invierno, aunque hace un sol espléndido. Y tres horas dan para mucho aunque no se pueda una concentrar del todo en la lectura y perder la noción del tiempo.
    La fiesta del chivo es una historia muy dura pero está muy bien escrita.

    Te envío un cálido abrazo

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  3. Crónica muy visual y demasiado habitual hoy día. Aunque por otros motivos conozco el tema de las colas, eternas... También me llevo libro, pero igual que tu no me concentro, pendiente del dichoso numerito... En fin...

    Besotes

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