lunes, 27 de junio de 2011

José Antonio Garriga Vela, Vida vegetal



Siempre me ha gustado vivir rodeado de plantas e ir aprendiendo de ellas. Me llama la atención su quietud y su silencio. Creo que son los seres vivos más tranquilos que conozco, aunque hay algunas plantas que se enredan en la vida de otras y las asfixian. Los cactus, las rosas y el tronco de ciertos árboles se rodean de espinas para defenderse. Supongo que la experiencia les ha llevado a protegerse. Me he propuesto aprender de las plantas que tengo en casa. Las miro. Me fijo en su evolución y crecimiento. Las veo florecer y marchitarse. Los años no pasan en balde, sin embargo existen multitud de árboles centenarios; mientras que son pocas las personas que alcanzan esa edad.
A veces pienso en lo maravilloso que sería convertirse en árbol. No es lo mismo ser un árbol del bosque que el habitante de una ciudad. Cualquier árbol lleva una vida independiente. No trabaja por cuenta ajena. No hace la declaración de Hacienda. No pasa por altares ni juzgados. No teme a la muerte. Necesita el calor del sol y el agua de lluvia. Se alimentan del aire. Nada más. No les afecta el paro ni la crisis ni la política. Además, los árboles no suelen meterse los unos con los otros hasta hacerse la vida imposible, como sucede con los seres humanos. No se declaran guerras ni se matan entre ellos. Mueren por enfermedad o vejez. Y también porque alguien incendia el bosque. Los seres humanos somos los peores enemigos del resto de los mortales.
Salvo yo, no conozco a nadie que quiera convertirse en vegetal. Cuando lo comento con mi familia y amigos se piensan que hablo en broma. Se ríen y no me hacen caso. Tampoco se han dado cuenta de que apenas hablo ni me muevo desde hace varios meses. Hay quien afirma que me ve mejor, pero creo que sólo lo dice por cumplir. El caso es que me he convertido en un vegetal. Un árbol que no necesita echar raíces para subsistir. Paso el día callado e inmóvil. Me gusta mirar otros árboles: cipreses, sauces llorones, magnolios. Cada cual es como es. Está claro que las personas, los animales y las plantas tienen maneras de ser similares. La diferencia más notable consiste en que las plantas no se abalanzan sobre su compañera para arrebatarle la vida, salvo en rarísimas excepciones.
Las personas más cercanas se han empezado a preocupar por el comportamiento que he asumido durante los últimos meses. Me aconsejan que haga algo, que piense en el futuro, que me quedan por delante unos cuantos años de vida. Soy feliz así, les digo. Pero no me creen, o quizás no me comprenden. Unos piensan que estoy deprimido y otros que me ha ocurrido algo muy grave. Los hay que piensan que me he vuelto loco. No les hago caso. También hay alguien que se queda a mi lado sin preguntar nada y enseguida descubro que ambos nos sentimos felices. 

Publicado en la sección de diario Sur Málaga, Cruce de Vías por José Antonio Garriga Vela, 
el  domingo 25/6/2011.

3 comentarios:

  1. Oye, pues no está mal eso de convertirse en árbol, no es mala idea, estoy por practicarlo por aquí a ver que reacciones veo.
    Loli, gracias por traerlo aquí, me gusta.

    Besos a miles

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  2. Me ha gustado mucho, Loli, aunque no comparto lo de convertirme en árbol. Con lo que me gusta viajar... jeje.
    Besines,

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  3. Hasta llegar al final no me he dado cuenta de que ni era loli quien escribia ni era un relato. Pensé que estabas deprimida. Y seguro que lo estás si te ha gustado este articulo. ¿Realmente es necesario encontrar trabajo?
    Tengo una hija, y por simpatía ya somos todos en la familia, que tenemos la costumbre de abrazar árboles. Son maravillosos. Hazlo, baja al paque ahora mismo y abrazate a él 10 minutos. Pasa de la gente y verás la cantidad de savia que entra en tu cuerpo.
    Besos, Loli.

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